domingo, 5 de agosto de 2018

LAS BIENAVENTURANZAS


EL SERMÓN  DE LA MONTAÑA

Domingo 12 de enero, año 27, hora quinta (once de la mañana).

Recién llegado del yam, el Maestro reunió a los doce e hizo un gesto para que me uniera a ellos.

Desembarcamos  en  Nahum  y,  en  silencio,  dejamos  atrás  la  población, dirigiéndonos hacia el oeste. Al poco ascendíamos por una colina.

El cielo se nubló, de repente. Y empezó a soplar el viento. Procedía del oeste. Llegó fuerte y silbante.

Los  discípulos  hacían  comentarios,  pero,    nadie  conocía  las intenciones del Maestro.

Felipe era el que más renegaba. No llevábamos comida, ni agua, ni tampoco unos capotes con los que cubrirnos en caso de lluvia; Pero el Galileo sabía…Siguió ascendiendo hacia la cima. Y a las 13 horas alcanzamos la cumbre.

Bartolomé respiraba con dificultad. Jesús dejó que sus hombres se recuperasen. Y solicitó que los discípulos se sentaran en la hierba.

 Formaron un círculo en torno a Él. Yo permanecí en pie, por detrás del citado círculo. Miró a los discípulos, uno por uno, y lo hizo con especial ternura. Yo también recibí el regalo de aquella mirada, color miel.

Observé el cielo. Las nubes densas, no presagiaban nada bueno. No tardaría en llover.

Finalmente, el Hijo del Hombre, apartando los cabellos del rostro, anunció:

—Ha llegado la hora… Deseo proclamaros mis embajadores…

Los íntimos se miraron unos a otros. Pedro sonrió, pero creo que no entendió el alcance de las palabras del Galileo. Y Jesús continuó:

—Hermanos míos, ha llegado la hora del reino… Os he traído aquí para que sintáis, de cerca, la presencia de Ab-bā.

Me miró fugazmente.

—… A partir de hoy seréis distintos… Quiero que proclaméis mi mensaje con fidelidad…

Se detuvo unos segundos, e insistió:

—Quiero que proclaméis el mensaje del Padre con fidelidad. En especial cuando yo no esté.  Olvidad los asuntos terrenales.  Olvidad las rivalidades. Olvidad quién es más y quién es menos. Todos sois superiores a todos… No lo olvidéis… Sois hijos de un Dios.

Se detuvo de nuevo. También el viento se quedó quieto, expectante.

—¡Sois inmortales por expreso deseo de Ab-bā! ¡Sois inmortales, hagáis lo que hagáis, y penséis lo que penséis…!

Los discípulos le miraban, incrédulos.

—Olvidad prohibiciones. Olvidad dogmas. Olvidad la política… 

Cruzamos otra mirada. Yo sí comprendí…

—¡Olvidadme, incluso! ¡Olvidad mi persona, si lo deseáis, pero no dejéis que el olvido ahogue el mensaje del Padre!

Pedro y Juan Zebedeo protestaron por lo bajo.

—Nunca te olvidaremos, Maestro…

 Efectivamente, no entendieron al galileo.

—¿Y cuál es ese mensaje?

Jesús lo había repetido decenas de veces. Pero volvió sobre ello:

—El  Padre  no  es  lo  que  dicen…  ¡Sois  sus  hijos!  ¡Sois  inmortales  por naturaleza! ¡Sois hermanos! ¡Hay una esperanza! A eso he venido: despertad a los dormidos, hablad de  la  inmortalidad a  los que  sufren la  oscuridad de  la ignorancia, liberad a los oprimidos de espíritu, cargad los corazones de alegría, respetad todas las opiniones, no vendáis…

El rostro de Jesús se iluminó.

—Este reino invisible y alado del que os hablo es el reino que  añora  la humanidad, desde siempre y  para siempre… En verdad os digo que ese reino llegará. Vosotros, ahora, sois los primeros heraldos. No os apartéis de  lo que predico…

Pedro estalló:

—¡Nunca, rabí! ¡Jamás nos apartaremos!

—Buscad el nuevo reino en vuestras mentes y el resto llegará por añadidura.

—En verdad os digo que ese reino está tan cerca que uno de vosotros no morirá hasta que no lo haya visto…

—Y cuando me haya ido: difundid mi mensaje…

El Maestro prosiguió. Solicitó a los discípulos que se colocaran de rodillas, y así lo hicieron. Acto seguido, en mitad de un sonoro silencio, elevó el rostro hacia las nubes, entornó los ojos y murmuró algo, al tiempo que alzaba los brazos y presentaba las palmas de las  manos. No alcancé a oír.

Instantes después, el Hijo del Hombre caminó hacia Judas Iscariote, colocó las manos sobre la cabeza de éste y, sin tocar los cabellos, dejó que corrieran los segundos. El silencio siguió tronando. Algunos discípulos, intrigados, levantaron la vista con disimulo, contemplaron la escena, y volvieron a bajar los ojos.

Y el Maestro empezó a cantar. Fue un cántico suave, melodioso, y lleno de misterio.

—Cuando regrese…, querido Judas, tu dignidad será restablecida…

El  Iscariote  se  removió,  inquieto.  No  comprendió.  Nadie  entendió.

Jesús se  dirigió a  Tomás. Situó las manos sobre la  cabeza  del discípulo y volvió a entonar un cántico, al tiempo que dirigía los ojos al cielo:

—Cuando regrese…, querido Tomás, tú serás el profeta…

Después pasó al primero de los gemelos, y volvió a cantar:

—Cuando regrese…, querido Jacobo, tú serás… 

Cuarto discípulo: el segundo gemelo.

—Cuando regrese…, querido Judas, tú anudarás los pactos…

A continuación llegó frente a  Simón, el Zelota, y  repitió la  imposición de manos, cantando:

—Cuando regrese…, querido Simón, nada permanecerá oculto…

Mateo fue el siguiente:

—Cuando regrese…, querido Mateo, el mundo será del Padre…

—Cuando regrese…, querido Bartolomé, lo valioso flotará a simple vista…

 Y le tocó el turno al intendente:

—Cuando regrese…, querido Felipe, habré vencido para siempre…

 Se dirigió al siguiente. Santiago de Zebedeo dejó hacer a su amigo. Jesús colocó las largas manos sobre la cabellera del «hijo del trueno» , alzó la mirada hacia las nubes, y volvió a sus cánticos. Una fuerte tronada se desplomó sobre la colina. No logré oír al Galileo. Y empezó a llover,  mansamente.

Jesús  permaneció  con  el  rostro  encarado  a  los  cielos.  Y  el  agua  fue iluminándolo. El Maestro no parecía tener prisa. Se desplazó hacia Juan Zebedeo y repitió la imposición. Esta vez sí oí:

—Cuando regrese…, querido Juan, el mundo será anclado en la luz..

Y el rabí se colocó frente a Simón Pedro..

—Cuando regrese…, querido Pedro, tú me precederás…

Pedro miró a su alrededor, buscando que alguien le explicara. Nadie lo hizo. Nadie supo de qué hablaba el Maestro.

Y llegó frente a Andrés. Situó las manos sobre la cabeza del primero de los seleccionados y cantó, feliz:

—Cuando regrese…, querido Andrés,  no  habrá   palabras,  ni  tampoco explicaciones…

Y el Maestro, con las ropas y el cabello chorreantes, salió del círculo y se dirigió a quien esto escribe. Fue instantáneo. Supe lo que iba a hacer. Me arrodillé e incliné la cabeza. Y el Galileo situó las manos muy cerca de mis blancos cabellos. Noté la energía que emanaba de aquel Hombre. Y le oí cantar, con ímpetu:

—Cuando regrese…, querido mal’ak, la noche se retirará y  seré venerado como el Divino…

No sé explicar lo que sucedió. Contaré, simplemente, lo que vi y lo que sentí. En esos instantes, al finalizar el misterioso cántico, todo se  volvió azul: la lluvia, la colina, las nubes, las ropas, los rostros…Pudo durar cinco segundos. Todo era azul…

Dejé de oír los truenos, dejé de oír el viento, y  el ruido de la lluvia… Y experimenté una indescriptible sensación de paz y  de ingravidez. Todo parecía flotar   a   mi   alrededor,   empezando   por      mismo,   y   por   mis   propios pensamientos. Después lo supe. Todos vieron la luz azul y todos tuvieron la misma sensación de paz. Y recordé las palabras del Hijo del Hombre: «… Os he traído aquí para que sintáis, de cerca, la presencia de Ab-bā».

Instantes después, el azul desapareció. Dejó de llover. Los discípulos se miraron, desconcertados. Las ropas estaban secas. ¿Cómo era posible? Y todos se abrazaron…

Nadie sabía qué había ocurrido, pero se sentían bien, empezando por este atónito explorador. Quizá fuera la hora nona (tres de la tarde).

El Hijo del Hombre dejó que los discípulos se tranquilizaran, y habló así:

—Ahora,   amigos   míos,   ya   no   sois   como   los   demás…   Ahora   sois embajadores de un Reino Invisible y Alado… Debéis comportaros como tales… Sois  como  esos  seres  maravillosos  que  conocen  la Gloria  del  Padre  y,  sin embargo, renuncian a ella, y acuden en auxilio de las criaturas del tiempo y del espacio…

Por supuesto, los doce seguían con las miradas extraviadas. No comprendían. Y el Señor continuó:

—Algunas de las cosas que estoy a punto de desvelaros os parecerán duras… Es la ley del nuevo reino: nada se consigue durmiendo…

»En breve os enviaré para que retiréis la venda de los ojos del mundo… Atended mi mensaje: ¡fuera el miedo!… ¡El que hace la voluntad de Ab-bā no volverá a caminar en tinieblas!»

 Cuando encontréis a mis hijos afligidos, habladles con ánimo y decidles:

»Bienaventurados los que saben leer el arco iris, porque ellos están en el camino.

»Bienaventurados los que son perseguidos por causa de su rectitud, porque de ellos es el reino de los cielos.

»Bienaventurados  los  que  viven  la  soledad  del  alma,  porque  ellos  han recorrido la mitad del camino.

» Bienaventurados los pacificadores, porque  ellos serán llamados hijos de Dios.

»Bienaventurados los que no temen, porque ellos han hallado a Dios en su mente.

»Bienaventurados seréis cuando os maldigan y os persigan y digan toda clase de mal contra vosotros, falsamente, porque grande será vuestra recompensa en el reino.

»Bienaventurados los que saben, y callan, porque ellos serán ensalzados…, algún día.

»Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos obtendrán misericordia.

»Bienaventurados los que eligen nacer en la imperfección, porque ellos serán doblemente recompensados.

»Bienaventurados los que sufren el luto, porque ellos serán consolados.

»Bienaventurados los buscadores de  la  verdad, aunque  no la  encuentren, porque ellos serán recompensados con la búsqueda.

»Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán el Espíritu.

»Bienaventurados los que no buscan felicidad, porque ellos serán hallados por la felicidad.

»Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios mucho antes.

»Bienaventurados los que no mienten, porque a ellos no les importa que los engañen.

»Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra como heredad.

»Bienaventurados los que se entregan a la voluntad de Ab-bā, porque habrán encontrado la verdad.

»Bienaventurados los que tienen hambre y sed de rectitud, porque ellos serán saciados.

»Bienaventurados los que se aman a sí mismos, porque habrán empezado a amar a los demás.

»Bienaventurados los humildes, y los pobres de espíritu, porque de ellos son los tesoros del reino.

»Bienaventurados los que desaprenden, porque ellos renacen.

Y el Maestro continuó hablando.

«Vosotros sois la  sal de  la  tierra… No perdáis nunca  la  curiosidad ni la confianza…»

«Vosotros sois la luz del mundo… Una ciudad asentada en un monte no se puede   esconder…   Brillad   e   iluminad   a   las   gentes…   Que   digan:   son especiales…».

«Os envío al mundo para que me representéis pero, sobre todo, para que gritéis mi mensaje: el hombre es hijo de un Dios».

«Confiad en el Padre. No resistáis las injusticias por la fuerza. No os vendáis al poder… Si vuestro prójimo os golpea en la mejilla derecha, poned también la izquierda… Sufrid antes que pleitear entre vosotros…».

«No utilicéis el mal contra el mal… No respondáis a  la  injusticia con la venganza».

«Y yo os digo: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os ultrajan».

«Y haced todo aquello que creáis que yo haría por vosotros».

Se detuvo unos segundos. Contempló a los doce y, alzando la voz, reiteró:

«¡Sois hijos de un Dios!… Se os ha entregado la luz. Regaladla, de la misma forma que vosotros la habéis obtenido gratuitamente».

«No vendáis. Limitaos a mostrar… Que cada cual decida».

Me buscó con la mirada y proclamó:

«Es más importante insinuar que convencer… Dejad que el Padre haga su trabajo»

«No cometáis el error de quitar la mota del ojo de vuestro hermano cuando hay  una  viga  en el vuestro. Retirad primero la  viga  para  poder  despejar  la mota…»

«Vivid sin miedo. Junto al Padre nada os faltará. No temáis. Él está dentro, en vuestras mentes…».

«Habéis oído que se ha dicho: “Si el ciego conduce al ciego, ambos caerán al abismo”.  Si queréis guiar a otros hacia el reino invisible y  alado de mi Padre debéis caminar en la luz… Escuchad mis palabras y, sobre todo, mantenedlas cuando yo me haya ido».

«No perdáis el tiempo con los que no desean oír… No arrojéis lo santo a los perros… No echéis vuestras perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y después os despedacen».

«Estad atentos. Muchos falsos profetas vendrán a  vosotros vestidos como corderos. Son lobos…».

«Por  sus frutos los conoceréis… Lo importante  no es lo que  dice  el ser humano, sino lo que hace».

Respiró hondamente y concluyó:

«Más  aún:  lo  importante  ni  siquiera  es  eso.  Lo  importante  es  lo  que siente…»



Yo sentí admiración y gratitud.


Ahí terminó la enseñanza. A una señal del Maestro, los doce se levantaron y descendieron la «colina de las bienaventuranzas».



Fuente: CABALLO DE TROYA





jueves, 8 de marzo de 2018

TRASCENDENTALES PROFECÍAS




Jairo Hernando Rojas Galvis, en su libro TRASCENDENTALES PROFECÍAS publicado en 1980 la primera edición y posteriormente en 1986 la segunda edición; escribe una serie de profecías. Acontecimientos que sucederían a nivel mundial y en todos los ámbitos: Social, político, religioso, militar etc.


Hoy, después de treinta años de su publicación, ante el escepticismo, la burla y la crítica que generó este libro en su momento; vemos con asombrosa precisión el cumplimiento en gran parte de estas profecías; otras están en plena ejecución. Y si miramos con ojo analítico y reflexivo la realidad mundial actual: Los conflictos bélicos, el hambre, la descomposición social, el engaño de las religiones, la manipulación de los medios de comunicación, la política etc. etc.   nos daremos cuenta que el panorama no es el mejor para esta humanidad, como lo describe el Autor en su libro. Claro está, como dicen las escrituras “Solo los apercibidos podrán entender”.




Amigo Lector, ¿SABE USTED QUE ENTRE ESTAS PROFECÍAS EXISTE UNA PARA COLOMBIA?

COLOMBIA DE LA OPRESIÓN 
A LA REVOLUCIÓN DE CONCIENCIA


LAMENTABLE ESTADO DE LA NACIÓN

Al MISMO TIEMPO que van pasando los años las necesi­dades van creciendo. La sumisión y la ignorancia del pue­blo, le hace más fácil presa de las ideologías políticas y religiosas, que lo van asfixiando hasta someterlo a la con­dición de títere. La ola de la incontrolada inmoralidad se levanta con inconcebible ímpetu.

La inseguridad ronda en las calles, donde los ladrones y los criminales se pavonean, amedrentando a los desprevenidos transeúntes, quienes sólo dejan ver en su rostro la angustiosa mirada del terror. Los ciudadanos se mues­tran indefensos, porque las armas sólo las llevan al viento, las fuerzas del gobierno y los oscuros maleantes. El pueblo va sintiendo lentamente el hostigante peso de la injusticia de los gobiernos corruptos, que cada día lo reprimen sin tener compasión ante las amargas circuns­tancias. Las esferas religiosas contribuyen igualmente a mantenerlo reducido a la mas lamentable miseria espiri­tual.
La juventud va y viene como hoja al viento, siendo manejada por ideologías políticas foráneas, y lo que es peor, por el vicio, el que ronda por todos los rincones como uno de los mayores espectros.


LA INSEGURIDAD SE CORONA REINA DE LAS CALLES

 A grandes horcajadas invade todos los sitios de las principales ciudades. Las estadísticas sobre crímenes y robos suben a índices inconcebibles. La elasticidad y la corrupción de las fuerzas policiales se hacen cómplices de la caótica situación. Los gobiernos muestran su indiferencia ante los gra­ves conflictos. Se afirma que se tomarán medidas, las cua­les sólo llegan al cesto de las continuas promesas. Mien­tras tanto el desajuste social crece.


EL NARCOTRÁFICO SE ERIGE DUEÑO Y SEÑOR

Aunque los principales diarios atacan continuamente el “descarado” tráfico de drogas, éste sigue ascendiendo verticalmente, ante las impávidas miradas del pueblo. El gobierno se muestra drástico en las medidas para comba­tirlo, pero bien sabe que esta elasticidad es simplemente una apariencia con la que se quiere hacer pensar al pue­blo, “que sí se está haciendo una labor moralizadora”
Los millones de dólares danzan, manejando los intere­ses a diestra y siniestra, comprando cada vez más importantes influencias. La situación parece no tener fin. Los gobiernos extranjeros protestan al observar que no existe ningún control efectivo de parte del gobierno, con el propósito de dar por terminada la escandalosa ola de corrupción, e incluso lo tildan de ser uno de los más acti­vos participantes del “jugoso negocio”. El pueblo mientras tanto escucha avergonzado las se­veras acusaciones. El gobierno se defiende con un rosario de palabras. Sabiendo muy bien que la mejor defensa que puede hacer, es demostrando con hechos que se le pone freno a la in­confesable ola de inmoralidad. Aparenta estar interesado y mostrarse fuerte ante el problema, pero todo se reduce a una patraña, que el mis­mo pueblo la descubre.


EL ENRIQUECIMIENTO DE UNOS POCOS REDUCE A LA MISERIA A MILES

La devaluación es cada vez más notoriaLos produc­tos de primera necesidad se hacen prácticamente inalcanzables, ya que sus precios aumentan el 50 y hasta el 100 por ciento. La ola especulativa hace que éstos alcancen el escandaloso extremo. El gobierno anuncia “tomar drás­ticas medidas”, ante la protesta del pueblo, pero siguien­do la acostumbrada línea de apariencia. Los grandes emporios cada día van llenando más sus arcas, mientras que millones de habitantes tienen que so­portar la ola de escasez, aumentando la desnutrición de la población. No obstante todas estas cosas, al pueblo se le tiene prohibido protestar, bajo amenazas de consejos de guerra. Los inconformes que caen en las redes de los cuerpos se­cretos son torturados, violando con esto el gran principio de los derechos humanos.

El gobierno se convierte en el silencioso verdugo del pueblo, a quien cada día lo reduce a la más espantosa miseria, mientras que las clases privilegiadas que ocupan las grandes curules, dilapidan inmisericordemente el pre­supuesto nacional en provecho propio. El vínculo existente entre gobierno y grandes empre­sas es estrecho, lo que hace que la mayor preocupación se encuentre, no en solucionar los problemas más agravantes de carestía, sino en tener buenas relaciones con los emporios financieros con detrimento de las clases más necesitadas.

Es más económico morir que costear una enfermedad, puesto que los grandes centros de salubridad se mantie­nen cada vez con mayor descuido, teniendo el paciente que recurrir al servicio médico particular, el que en la mayoría de las ocasiones, padece la más grave enferme­dad: insensibilidad social y deseo incontenible de riqueza.


SE LLENA TANTO LA COPA QUE ÉSTA SE DESBORDA

El pueblo, inclementemente atosigado, considera que todo debe llegar a su fin. Azuzado por elementos foráneos, quienes han sembrado la semilla del odio contra las clases dirigentes y las más pudientes, se lanza a las calles desaho­gando sus incontables años de opresión. El vandalismo y la rapiña se ciernen sobre la ciudad incendiando y saquean­do comercios. Los choques contra las fuerzas del gobierno se hacen imprescindibles, convirtiéndose las calles en pa­téticos ríos de sangre. En las aceras, los cadáveres destro­zados por las balas forman pequeños montones. El caos es incontrolable.

Las llamadas al orden del gobierno, bajo grandes ame­nazas no son escuchadas. El pueblo se halla enardecido cuando contemple que el ejército, bajo las órdenes de enceguecidos verdugos, se ha convertido en execrable asesino de sus propios herma­nos, erigiéndose en protector, no “de las sagradas institu­ciones que respaldan el orden y por lo tanto la buena mar­cha del país, como el gobierno irónicamente lo afirma, sino en el guardián de las clases que oprimen inmisericor­demente al país.

Multitud de inocentes baleados tapizan las calles, con­virtiéndose en mudos testigos de la opresión. Las bombas estallan en todos los rincones. La ciudad se cubre de polvo, sangre y humo. De lamentos, venganza y odio. Una batalla desigual donde el ejército invade las casas “buscando nidos de sospechosos”. No se respetan las mujeres ni los niños. Después de varios días, todo parece llegar a su fin. El gobierno considera “haber ganado la gran batalla, salvan­do las sagradas instituciones”.

Luego llega la gran sorpresa y la sangre del pueblo es vengada. No queda miembro del gobierno que no haya pasado por el incógnito pelotón de ajusticiamiento. Más tarde todo vuelve a una aparente normalidad, calmando la tempestad su prolongado rugido.


PODEROSO LÍDER SE LEVANTA

Han pasado los años. La confusión del país aún perma­nece. El pueblo se halla cada vez más hastiado. Muchos gobernantes lo han engañado bajo promesas de ayuda para liberarlo de su precario estado. Sin embargo, la mayoría han sido individuos inescrupulosos y oportunistas.

La fe se ha perdido y la juventud va y viene en medio de la confusión. Los distintos credos religiosos también han aprovechado las circunstancias, convirtiéndose sus ministros no en orientadores, ante las circunstancias vividas, sino en elementos explotadores, que han hecho de manera inconcebible el vado espiritual.

Mas llega el momento en que una voz enérgica se hace presente. Una voz que paulatinamente ha ido surgiendo, golpeando con paso lento pero seguro, la condena de todos aquellos que encuentra en su, camino. Por el comienzo, muchos consideran que es un dema­gogo más que viene a utilizar el momento de angustia en provecho propio. Sus palabras son incomprendidos duran­te algún tiempo. Sus enseñanzas parecen caer en el vacío, por ser consideradas por la mayoría inconsistentes y por lo mismo que no vienen a ofrecer ninguna garantía. Se considera su filosofía no propia para el momento, ya que la autenticidad del hombre se halla completamente desdi­bujada. De lo único que se encuentran de acuerdo es que todas las religiones y los partidos han sido los mayores explotadores de la ignorancia del hombre.

Muchos opinan que es difícil llegar a una concepción práctica de las enseñanzas, más cuando el hombre se ve abocado a elevar su nivel moral, estando acostumbrado al libertinaje en todos los campos.

Los dirigentes religiosos y políticos ven en él a su mayor enemigo, ya que sus planteamientos están basados, en una reestructuración conceptual de las actuales ideolo­gías, arrancando al hombre “de la masa”, para individualizarlo; consiguiendo con ello una liberación completa de las atávicas enseñanzas que lo habían mantenido esclavo. Sin embargo, política y religión consideran que el hom­bre se halla en un estado tan lamentable de atraso, que jamás podrá poner en práctica dichos enseñanzas, motivo por el que se tranquilizan, estando seguros que es un líder que pasará pronto a los anales del olvido. Mas la equivocación es grande.

Debido a la técnica empleada y al cumplimiento exac­to de sus palabras, la mayoría silenciosa comienza a seguirlo, practicando sus orientaciones, las cuales, cada hom­bre que las experimenta se convierte en una nueva conciencia que despierta, dispuesta a contribuir a erradi­car los Oscuros propósitos que lo han tenido en la ignorancia, principal motivo de la explotación del hombre por el hombre.

Mientras tanto los años han ido ‘pasando, y lo que an­tes se consideraba un movimiento más, pasa al primer plano en el mundo. Los credos religiosos observan con aire de tristeza, que los incontables súbditos que los sostenían, los abandonan, derribando por lo tanto, sus imperios financieros e ideológicos. Se observa un gran cambio en las estructuras sociales. De las palabras se pasa a la acción, hecho que demuestra la gran trascendencia del movimiento y la meticulosa pe­netración de las ideas en la mente de cada individuo.

Los que se vuelven practicantes logran descubrir per­fectamente el engaño a que por muchos siglos estuvo so­metido el hombre. Dentro del transcurso del tiempo, importantísimos he­chos se presentan, hechos que confirman la veracidad de las palabras del gran líder. Esto hace que los escépticos que aún quedan, miren con respeto la fuente de la cual nace el gran movimiento.

El catolicismo se declara uno de sus mayores enemigos, por considerar que se está “arrancando al hombre de las grandes verdades las que solamente le son entregadas a los miembros de la iglesia”. El movimiento entonces es condenado públicamente por los jerarcas, por “sus ideas tendenciosas, que van en contra de los sagrados principios. En todas las parroquias comienzan a aparecer boleti­nes informativos, “previniendo a los feligreses del enorme peligro que representa seguir al falso profeta, quien es un enviado del demonio, para hacer renunciar a los católicos a la salvación, más que todo, a aquellos católicos que se encuentran débiles en la fe”.

Muchas de estas admoniciones logran infundir miedo a gran cantidad de católicos, los cuales se declaran abiertamente enemigos “del falso profeta”, comenzando a proferir maldiciones y amenazas contra todos los seguidores del movimiento. Los dirigentes de la iglesia sienten satisfacción y consideran que la táctica ha dado excelentes resultados. Hacen llamamiento a “las ovejas descarriadas, ofreciendo la intercesión ante Dios, para que les sea perdonado el pecado de desobediencia y olvido, por alejarse de las sagradas enseñanzas”. Mas no consiguen su propósito, y antes bien, ante la actitud sectaria de la iglesia, muchos de sus feligreses y algunos de sus ministros que reconocen la gran verdad que se está predicando, se suman dejando ver en sus rostros el enorme deseo por encontrar una vida nueva.

La ira de los jerarcas no tiene límite. Ven que el gran imperio comienza a tambalear y con él, su estabilidad económica y social. Deciden anunciar que los seguidores del gran movimiento quedarán excomulgados y por lo mismo “condenados al fuego eterno”.

La amenaza no surte efecto. Sus lamentos se pierden lentamente en el vacío. La influencia del líder se hace notoria en toda América  Sus palabras, van cada día penetrando en cada uno de sus nuevos seguidores. Los grandes resultados se observan, por la armonía que manifiestan los miembros del movimiento  Proclama en todas partes “que la individualidad del hombre es lo más importante. Que desde el momento, que el ser humano se descubre con todas sus virtudes y todos sus defectos, da el gran paso para cumplir el compromiso que tiene con su Creador”. Busca, no que el hombre se convierta en un santo ni mucho menos mistificarlo, sino que a través del encuentro consigo mismo se transforme, elevando su nivel espiritual y material. El hecho por lo tanto, no es ser contemplativo, ya que el fundamento se basa en la acción y por medio de un perfecto raciocinio, poder enfrentarse a todas las circunstancias inteligentemente. De esta manera se llega al descubrimiento que no son las iglesias las depositarias de la Verdad, sino el hombre mismo.

La oposición de los enemigos de la libertad es enorme, pero logra triunfar la Verdad por sobre todos los obstáculos. El calendario mientras tanto no ha marcado el año 2000.



Amigo lector Lea, analice y reflexione sobre el contenido de esta profecía. Su cumplimiento es exacto. No podemos continuar así, no podemos seguir cruzados de brazos viviendo como exclavos sutiles, el futuro puede ser modificado; COLOMBIA  tiene que despertar, en tus manos también está el cambio.





Fuente:  "Trascendentales Profecías" Jairo Hernando Rojas Galvis