MONTE HERMÓN, AGOSTO AÑO 25


Monte Hermón agosto 20 del año 25

JN (Jesús de Nazaret)
  (Jasón)
E  (Eliseo)

La noche nos sorprendió. La temperatura descendió ligeramente y el firmamento, atento, con una luz de lujo, se arremolinó sobre el Hermón, sabedor de a «quién» iluminaba y protegía…No, las estrellas no se equivocaban. Aquélla, efectivamente, sería una noche histórica. Inolvidable. Al menos para nosotros...

Allí, concluida la cena, al amor del fuego, con el rítmico e incansable croar de las ranas junto al nahal Hermón, tendría lugar la primera de una serie de conversaciones con el Hijo del Hombre. Unas conversaciones íntimas. Sinceras. Reveladoras...

Prácticamente, excepción hecha de la última semana, cada jornada, a la misma hora, como algo minuciosamente «programado», el Maestro habló, abriendo mentes y corazones. Y así, suavemente, nos fue preparando...No ha sido fácil. A pesar de los muchos apuntes y notas, tomados siempre tras las animadas tertulias y en el silencio de la tienda, algunas de sus ideas y palabras, muy probablemente, se perdieron. Pero ha quedado lo fundamental. Las claves...Y entiendo que debo ser honesto. No todo lo que dijo puede ser recogido aquí y ahora. El mundo no lo entendería. «Eso» ha sido guardado en lo más profundo de mi corazón. Quizá, antes de mi ya cercana muerte, me decida a escribirlo con la esperanza de que sea leído por las generaciones futuras. El «sabe»...

Y otra advertencia. Aunque he procurado reunir por capítulos los asuntos de mayor calado, las intensas charlas no siempre fueron monográficas. Como es lógico y natural, dependiendo de las circunstancias, saltábamos de un tema a otro. No obstante, para una mayor claridad, he buscado un cierto orden, un hilo conductor...Dicho esto, prosigamos.
El primero en hablar fue Él. Serio, pausadamente, se interesó por nuestro viaje. Nunca supimos con certeza a cuál se refería. Estaba claro que conocía nuestro verdadero «origen», pero siempre -y mucho más en presencia de otros- se mantuvo en una discreta «nebulosa». En el fondo lo agradecimos. Finalmente, como colofón, llenándonos una vez más de optimismo y sorpresa, repitió lo apuntado en las «cascadas»:

JN__ Mis queridos «ángeles» ... No os rindáis... ¡Ánimo!... Ni vosotros mismos sois conscientes de la trascendencia de vuestro trabajo...

Alzó la vista hacia los luceros y, suspirando, añadió:

JN__ Mi Padre sabe... Llegará el día, gracias a vosotros y a otro «mensajero», en que mis palabras y mi obra refrescarán la memoria del mundo. Gracias por adelantado...

__ ¿Otro «mensajero»? Eliseo y yo nos pisamos la pregunta.  El Maestro, sonriente, asintió con la cabeza. Pero nos dejó en el aire. Hoy, casi con seguridad, sé a qué se refería. Mejor dicho, a quién. Él, a su manera, también estaba allí..., en la suave noche del Hermón.

Señor -terció el ingeniero, que jamás olvidaba-

E__  contéstanos ahora. Lo prometiste. ¿Qué es lo que has perdido en estas montañas? ¿Por qué dices que has venido a recuperar lo que es tuyo?

__ El Hijo del Hombre, consciente de lo que se disponía a revelar, meditó las palabras. Echó mano de una de las ramas y jugueteó con el pacífico fuego. Después, grave, en un tono que no admitía duda alguna, se expresó así:

JN__ Hijo mío, lo que voy a comunicarte no es de fácil comprensión para la limitada y torpe naturaleza humana. Sois los más pequeños de mi reino y entiendo que tu mente se resista. Pero, en breve, cuando llegue mi hora, lo comprenderás...

 Y desviando la mirada hacia este atento explorador insistió:

JN__ Entonces, sólo entonces, estaréis en condición de entenderlo. Ahora, por el momento, escuchad y confiad...

 Eliseo, impulsivo, le interrumpió:

E__ ¡Confiamos, Señor!... ¡Tú lo sabes!
 Jesús lo agradeció. Le sonrió y prosiguió:

JN__ De acuerdo a la voluntad de mi Padre, ha llegado el momento de restablecer en mí mismo la auténtica identidad del Hijo del Hombre. Mi verdadera memoria, voluntariamente eclipsada durante esta encarnación, ha vuelto a mí...Y con ella, mi «otro espíritu» ...

 Quedamos perplejos y confusos. Y, de pronto, una luz me iluminó. Creí entender lo que decía. En el fondo estaba confirmando lo que ya explicó en el otro «ahora» y que fue detallado en páginas precedentes. Sonrió de nuevo y, mirándome fijamente, asintió despacio, convirtiéndose en cómplice de los súbitos recuerdos.

JN__ Así es, querido amigo, así es...

Y durante un largo rato descendió a los detalles, informando del porqué de su presencia en este mundo. Al parecer -según dijo-, ésa era la voluntad de su querido Ab-bá, su Padre Celestial. Él, como Hijo de Dios, debía vivir, conocer y experimentar de cerca la existencia terrenal de sus propias criaturas. Eso era lo establecido. Ese requisito resultaba vital e imprescindible para alcanzar la absoluta y definitiva soberanía como Creador de su universo... Ése, en suma, era el precio para lograr la definitiva entronización como rey de su propia creación. Y advirtiendo nuestra perplejidad recalcó:

JN__ No os atormentéis... Estáis en el principio de una larga travesía hacia el Padre. Ahora debe bastaros con mi palabra.

 Entonces, si no he comprendido mal terció el ingeniero-, tú eres un Dios... «camuflado»

 El Maestro, descabalgado, rió con ganas. No había duda. Las ingenuas y, aparentemente, infantiles cuestiones de Eliseo le fascinaban.

JN__ ¿Un Dios escondido?... Sí, de momento...

Le guiñó un ojo y añadió:

JN__ Y os diré más. Aunque tampoco es fácil de asimilar, de acuerdo con los designios de Ab-ba, otro de los objetivos de esta experiencia humana consiste en «vivir» la fe y la confianza que yo mismo, como Creador, solicito de mis hijos respecto a ese magnífico Padre.

 Y subrayó con énfasis:

JN__ Vivir la fe y la confianza...

E__ Pero, no comprendo..., ¿es que tú no tienes fe?

La risa lo dobló de nuevo y, cuando acertó a recuperarse, aclaró:

JN__ Mi querido ángel..., yo soy la fe. Pero, aun así, conviene que sea probado.

 Una experiencia... -musitó casi para sí el cada vez más desconcertado Eliseo-.

E__ Tu encarnación en este planeta obedece a eso, a la necesidad de experimentar…

JN__ Es el plan divino. Sólo así puedo llegar a ser íntima y realmente misericordioso.

 Mi hermano buscó mi parecer.

JN__ Y tú, «pinche» de ángel, ¿qué dices?

J__ Esto es nuevo para mí. Esto nada tiene que ver con lo que han dicho...

 Jesús, sonriendo pícaramente, aguardó mi respuesta.

J__ A juzgar por lo visto y oído -resumí-, muy poco de lo dicho y escrito tiene que ver con la verdad...__ Y me atreví a profundizar en lo que ya sabía.

J__...Si no he comprendido mal, tú, Señor, no estás aquí para redimir a nadie...

 Sencillamente, negó con la cabeza. Y afirmó:

JN__ En su momento lo escuchaste del propio Hijo glorificado: El Padre no es un juez. El Padre no lleva esa clase de cuentas. ¿Por qué exigir responsabilidades a unas criaturas que no tienen culpa? Cada uno responde de sus propios errores...

Eliseo se mostró de acuerdo.

E__ Eso sí tiene sentido.

Y Jesús, señalándonos entonces con el dedo, remachó:

JN__ Estad, pues, atentos y cumplid vuestra misión: debéis ser fieles mensajeros de cuanto digo. Que el mundo, vuestro mundo, no se confunda.

Mensaje recibido.

E__ Conocer de cerca a tus criaturas. Vivir y experimentar en la carne. Pero, Maestro, ¿qué puedes aprender de nosotros?

Mi compañero, perplejo, siguió preguntando y preguntándose.

E__ ... ¿Qué hay de bueno en unos seres tan mezquinos, brutales, necios, primitivos...?

 El Galileo le interrumpió.

JN__ ¡Dios!

E__ ¿Dios?

 Así es -explicó Jesús acariciando cada palabra-

JN__ Ésa es otra de las razones, la gran razón, por la que he descendido hasta vosotros. Revelar a Ab-ba. Recordar a éstas, y a todas las criaturas de mi reino, que el Padre reside, per-so-nal-men-te, en cada espíritu.

 Eliseo, en esos momentos, no se percató de la importancia de la revolucionaria afirmación del Galileo. Y se desvió:

E__ ¿Otras criaturas?

 Jesús, comprendiendo, se resignó. Sonrió con benevolencia y asintió de nuevo con la cabeza en un significativo silencio.

E__ Pero, ¿cómo otras criaturas? ¿Dónde?

JN__ Querido e impulsivo niño... Acabo de decírtelo: estás en los comienzos de una venturosa carrera hacia el Padre. Algún día lo verás con tus propios ojos. La creación es vida. No reduzcas al Padre a las cortas fronteras de tu percepción; y te diré más: la generosidad de Ab-ba es tan inconmensurable que nunca, ¡nunca!, alcanzarás a conocer sus límites.

 ¿Estás diciendo -manifestó el ingeniero con incredulidad- que ahí fuera hay vida inteligente?

JN__ Mírame... ¿Me consideras inteligente?

 Eliseo, aturdido, balbuceó un «sí».

JN__ Pues yo, hijo mío, procedo de «ahí fuera», como tú dices...

 Eliseo, descolocado, cayó en un profundo mutismo. Él, como yo, amaba a Jesús de Nazaret. Habíamos visto lo suficiente como para no poner en duda sus palabras. El tiempo, por supuesto, seguiría ratificando este convencimiento. Aproveché el silencio de mi compañero y me centré en otra de las insinuaciones del Maestro.

J__ Tu reino... ¿Dónde está? ¿En qué consiste?

Jesús extendió los brazos. Abrió las palmas de las manos y me miró feliz.

JN__ Aquí mismo...

Después, levantando el rostro hacia la apretada e insultante «Vía Láctea», añadió:

JN__ Ahí mismo...

J__ ¿El universo es tu reino?

JN__ No, querido Jasón -matizó con aquella infinita paciencia-, los universos tienen sus propios creadores. El mío es uno de ellos...

E__ Eso tiene gracia -reaccionó el ingeniero-. Tú, Señor, no eres el único Dios...

JN__ Te lo repito una vez más: la pequeña llama de tu entendimiento acaba de ser encendida. No pretendas iluminar con ella la totalidad de lo creado. Date tiempo, querido ángel...

Pero Eliseo, de ideas fijas, comentó casi para sí:

E__ ¡Muchos Dioses!... Y tú, ¿eres grande o pequeñito?

 El Maestro y yo cruzamos una mirada. Y, sin poder remediarlo, terminamos riendo.

JN__ En los reinos de mi Padre, querido «pinche», no hay grandes ni pequeñitos... El amor no distingue. No mide.

J__ Señor, hay algo que no sé...

 ¡Por fin! -me interrumpió socarrón-. ¡Por fin alguien reconoce que no sabe!

J__... Esas criaturas, las que dices que también forman tu reino, ¿son como nosotros? ¿Necesitan igualmente que les recuerdes quién es el Padre?

JN__ Toda la creación vive para alcanzar y conocer a Ab-bá. Ésa es la única, la sublime, la gran meta... Algunos, como vosotros, están aún en el principio del principio. Ellos, no lo dudéis, están pendientes de este pequeño y perdido mundo. Lo que aquí está a punto de suceder los llenará de orgullo y de esperanza...

Extrañas y misteriosas palabras.

E__ ¿Y por qué nosotros? -atacó de nuevo el incansable ingeniero-. ¿Por qué has elegido este remoto planeta?

JN__ Eso obedece a los designios del Padre..., y a los míos, como Creador. En su momento te hablaré de las desdichas de este agitado y confundido mundo. ¡Nada, en la creación, es fruto del azar o de la improvisación!

  Lamentablemente, mi hermano volvió a interrumpirlo, cortando lo que, sin duda, podía hacer sido una revelación. Pero quien esto escribe no lo olvidó.

E__ Entonces, Señor, tú vas por tu reino, por tu universo, revelando al Padre...¿Ése es tu trabajo?

 La capacidad de asombro de aquel Hombre no parecía tener límite. Abrió los luminosos ojos y, conmovido, replicó:

JN__ Sí y no... Entrar a formar parte de la vida de mis criaturas, como te dije, es una exigencia para todo Hijo Creador. Antes de esta encarnación, por ejemplo, yo he sido ángel... Y también me he sometido voluntariamente a la naturaleza de otros seres a mi servicio. Otros seres que tú, ahora, ni siquiera imaginas...

E__ ¿Tú has sido un ángel?... Pero, ¿cómo?

JN__ Hijo mío, ¿puedes explicar a los hombres de este tiempo de dónde vienes y cómo lo haces?

Eliseo negó con la cabeza.

JN__ Pues bien, deja que el conocimiento y la revelación lleguen a su debido tiempo. Disfruta de la maravillosa aventura de la ascensión hacia el Padre. Nada quedará oculto..., pero ten fe. Aguarda confiado.

Y Jesús puso el dedo en la llaga.

JN__ Dime: ¿crees en lo que digo?

Esta vez me uní a la rotunda afirmación de Eliseo.

J y E__ Absolutamente, Señor...

JN__ Entonces, dejadme hacer. Mi Padre «sabe». No lo olvidéis.

 Ahora lo entiendo -susurró el «pinche»-, ahora lo entiendo... Señaló las desdibujadas nieves del Hermón y proclamó triunfante:  Ha llegado tu hora... El Creador ha recuperado lo que es suyo. Ahora sabe quién es. Aquí y ahora se ha hecho el milagro. Jesús de Nazaret, el hombre, es consciente, al fin, de su verdadera naturaleza Divina.

JN__ Hijo mío, eres afortunado... Es mi Padre quien habla por ti.

E__ ¿Qué dices? ¿Hablas en serio?

Naturalmente. A pesar de sus continuas bromas, el Maestro siempre hablaba en serio.

JN__ Mi trabajo -manifestó- ha sido culminado. He cumplido la voluntad del Padre. Ahora conozco al hombre. De haber regresado a mi lugar habría recibido la soberanía que me pertenece. Pero...

 Hizo una pausa. Nos miró con ternura y añadió:

JN__ Pero me he sometido al Padre...

 Eliseo, impaciente, le cortó.

E__ ¿Y qué ha dicho el «Jefe»?

El Galileo, desarmado, interrumpió lo que iba a decir. Y, entre risas, preguntó a su vez:

JN__ ¿El Jefe?

Sí -apremió el ingeniero señalando al no menos atónito firmamento-, el «Barbas» ...»

JN__ ¿El «Barbas»?

E__ El Padre... Tú me entiendes, Señor... Yo, al Padre, me lo imagino así..., con barbas.»

JN__ ¿Y por qué con barbas?

E__ Si es lo que dices, Señor, tiene que ser muy viejo...

 Jesús, maravillosamente desconcertado, sonrió levemente. Fue una sonrisa fugaz, pero plena de amor y satisfacción.

JN__ Te diré algo. Poco importa si estás o no acertado. A mi Padre le encantan esos retratos...

E__ Y bien... ¿Qué ha dicho?

JN__ Que mañana será otro día..., querido «pinche».

E__ Pero…

 Ahí finalizó la charla. Jesús, guiñándole un ojo, se puso en pie.

JN__ El «Barbas» dice que es hora de descansar. Para hablar de Él necesitamos tiempo. Mucho tiempo...




Fuente/ CABALLO DE TROYA 6

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