SEGUNDA SEMANA EN EL MONTE HERMÓN


Aquella segunda semana en el mahaneh fue igualmente tranquila y benéfica. El Maestro, siguiendo su costumbre, desaparecía al amanecer, regresando poco antes del ocaso. Y cada noche, en las animadas tertulias, hablaba de esos intensos «contactos» con Ab-bá. Lo hacía con una naturalidad que daba miedo.

A lo largo de aquella semana recibimos una visita inesperada... Recuerdo que fue el jueves, 30 de agosto. Poco más o menos hacia la hora «décima» (las cuatro de la tarde) vimos aparecer en la meseta a dos casi olvidados personajes. Los Tiglat, padre e hijo, tirando del onagro, saludaron cordiales. De pronto, cuando marchaban cerca del dolmen, alguien gritó desde los cedros, reclamándolos.

__ ¡El Galileo!

Los Tiglat se detuvieron, dieron media vuelta y pernoctaron con nosotros. Jesús no consintió que los Tiglat colaborasen en la cena. Eran sus invitados. Tomó las truchas recién descargadas -regalo de los fenicios- y las cocinó al estilo del yam. Una receta que provocó encendidos elogios entre los comensales. Entonces, dirigiéndose al «extraño galileo» Tiglat padre, curioso, preguntó:

Dice mi hijo que eres un hombre rico. ¿Es eso cierto?

 El Maestro, sorprendido, no pudo contener la risa y se atragantó. Instantes después, recuperado, replicó:

JN__ ¿Y para qué necesita la riqueza aquel que posee la verdad?

¿La verdad? ¿Conoces tú la verdad?

A partir de esos momentos asistiríamos a un parca, pero reveladora conversación con el Hijo del Hombre. Una tertulia de la que todos saldríamos confundidos...

El adolescente intentó forzar al Galileo. Y lo consiguió a medias.

-Mi padre dice que la verdad, si es que existe, está por llegar. _ Tiglat, complacido, asintió. -Y dice también que, cuando llegue, me hará temblar de emoción porque es algo que toca directamente el corazón...

__ El Maestro, vencido, le sonrió con ternura. Volvió a mirarme y, haciéndome un guiño, exclamó:

JN__ Tu padre es un hombre sabio...-Vosotros -prosiguió Jesús dirigiéndose a los Tiglay- no me conocéis. Éstos, en cambio, mis queridos griegos, saben quién soy. Conocen mi palabra y pueden dar fe de que nunca miento.

JN__ Sí, amigo mío... Yo conozco la verdad. Tu hijo habla con razón. La verdad existe, pero, de momento, no está al alcance de los seres humanos. Señaló la luna, casi llena, y matizó:

JN__ Vosotros tenéis una idea de la realidad. Pero es un concepto limitado, propio de una mente finita que apenas acaba de despertar. Para éstos –continuó refiriéndose a Eliseo y a quien esto escribe-, educados en otro lugar, la realidad del universo es distinta a la vuestra...Ellos entienden la luna y las estrellas de una forma. Vosotros de otra. En definitiva, tenéis diferentes conceptos de una misma realidad. Y yo os digo: los cuatro os quedáis cortos. La realidad total, final y completa, es mucho más que todo eso.

Nadie respiraba.

JN__ ... Más allá de lo que veis existen otras realidades, tan físicas y concretas como esa luna, que pertenecen al mundo de lo no material. Ese mundo invisible e inconcebible para vosotros constituye en verdad la auténtica «realidad».

Y terminó desembarcando en lo anunciado inicialmente.

JN__ ... Pero, como os decía, para alcanzar esa realidad última, la gran verdad, necesitáis tiempo. Mucho tiempo. La verdad, por tanto, existe, pero es del todo imposible que pueda ser abarcada por la mente y la inteligencia de una criatura mortal.

 El muchacho, ágil y listo, le abordó sin contemplaciones.

-Tú no hablas como un judío... ¿Quién eres realmente?

__ Jesús tampoco se parapetó.

JN__ Yo, hijo mío, he venido a tocar tu corazón. Estoy aquí para hacerte temblar de emoción. Para que dudes, para enseñarte un camino que nadie te ha mostrado...

- ¿Un camino? ¿Hacia dónde?

JN__ Hacia esa verdad de la que habla tu padre. Pero no te impacientes. Cuando llegue mi hora volverás a verme y tus ojos se abrirán. Entonces te mostraré a Ab-bá y comprenderás que la verdad de la que te hablo es como un perfume. Sencillamente, la identificarás por su fragancia.
__ El joven Tiglat, hecho un lío, siguió preguntando.

- ¿Ab-bá? ¿Quién es ese padre?

JN__ Para ti -anunció el Hijo del Hombre categórico-, un Dios nuevo. Para tu padre... un viejo sueño.

__ Y tú, ¿cómo sabes eso? -intervino perplejo el padre del joven-. ¿Cómo sabes que dudo de todos los dioses, incluido el tuyo?

__ No hubo respuesta. Mi hermano y yo comprendimos. No era el momento. Como Él acababa de afirmar, no había llegado su hora. Jesús de Nazaret eligió el silencio.

- ¡Un Dios nuevo! -exclamó el jovencito, no menos desconcertado-. ¿Y tú eres judío? ¿Qué pasará con Yavé?

JN__ Te lo he dicho: deja que llegue mi hora... Entonces te hablaré de ese nuevo Padre.

- ¡No! -bramó el impetuoso adolescente-. ¡Háblame ahora!. El jefe de los Tiglat reprendió al muchacho. Pero Jesús, solicitando calma, accedió.

JN__ Está bien, mi querido e impulsivo amigo... Lo haré porque es tu corazón el que lo reclama.

» Yahvé está bien donde está. Y ahí quedará para los que no comprendan la nueva revelación. Porque de eso se trata: de entregar al hombre un concepto más exacto de Dios... Sí, hijo mío, un Dios nuevo y viejo al mismo tiempo. Un Dios Padre. Un Dios que no precisa nombre. Un Dios sin leyes escritas. Un Dios que no castiga, que no lleva las cuentas de tus obras. Un Dios que no necesita perdonar..., porque no hay nada que perdonar. Un Dios al que puedes y debes hablar de tú a tú. Un Dios que te ha creado inmortal. Que te llevará de la mano cuando mueras. Que te invita a conocerlo, a poseerlo y, sobre todo, a amarlo. Un Dios, como tú haces con tu padre, en el que confiar. Un Dios que te cuida sin tú saberlo. Que te da antes de que aciertes a abrir los labios. Un Dios tan inmenso que es capaz de instalarse en lo más pequeño: ¡tú!

La mágica voz de aquel Hombre, sonora, segura, armada de esperanza, nos rindió a todos. Tiglat padre sostuvo la penetrante y cálida mirada del «extraño galileo». No había duda. Sus palabras lo hechizaron. Y balbuceó:

- ¿Dónde está ese Dios? ¿Dónde podemos encontrarlo?

 Jesús tocó su propio pecho con el índice izquierdo y aclaró:

 JN__ Te lo he dicho: aquí mismo... dentro de ti.

_ Pero, ¿cómo es eso? -se adelantó el hijo-. Todos los dioses están fuera.

JN__ Exacto, pequeño. Sólo la verdad está dentro. Por eso, como dice tu padre, cuando la encuentres, cuando descubras a Ab-bá, te hará temblar de emoción...

Y añadió, levantando de nuevo los corazones:

JN__ ... Ese Dios se esconde en la experiencia. Y la experiencia es personal. Cada uno vive a Ab-bá a su manera. No hay normas ni leyes. Os lo he dicho. Ese Dios trabaja dentro y lo hace a medida de cada inteligencia y de cada voluntad. No perdáis el tiempo buscando en el exterior. No escuchéis siquiera a los que dicen poseer la  verdad. Yo os digo que nadie puede domesticarla y hacerla suya. La verdad, la pequeña parte que ahora podéis distinguir, es libre, dinámica y bella. Si alguien la encadena, si alguien comercia con ella, se aleja.

-Pero tú dices conocer la verdad. Tú también la estas vendiendo y pregonando...

 El Maestro volvió a dudar. Nos miró y creí distinguir en sus ojos la sombra de la impotencia. En esta ocasión, sin embargo, no respondió al duro planteamiento del joven Tiglat. Se alzó y, lacónico, exclamó a manera de despedida: -No ha llegado mi hora...

Acto seguido desapareció en su tienda.

Al día siguiente, viernes, cuando los Tiglat regresaron a Bet Jenn, Eliseo y yo nos enzarzamos en una fuerte polémica.  Mi hermano defendía la postura del Maestro. Estaba de acuerdo con su extraña y, en cierto modo, cortante actitud. no era el momento. Nos hallábamos en el final de agosto del año 25. Jesús de Nazaret debía esperar. Yo, en cambio, estimé que los honestos fenicios tenían derecho a saber. Y así nos sorprendió el Galileo a su vuelta de la cumbre del Hermón: atrincherados en posturas radicalmente contrarias. Fue inevitable. Tras la cena, yo mismo planteé el problema. Y Jesús, más relajado, le dio la razón a mi compañero.

JN__ Jasón, al igual que tu hermano, yo también me he puesto en las manos del Padre. Me limito a hacer su voluntad.

Y, cariñoso, derribando mis presuntuosos postulados, afirmó:

JN__ ¿Cómo puedes pensar una cosa así? ¿Crees que mi corazón no arde en deseos de pregonar la nueva?

J__ Pero, entonces, Señor, ¿por qué estás con nosotros? ¿Por qué nos hablas de Ab-bá?

JN__ Os lo dije en su momento. Vosotros estáis aquí por expresa voluntad del Jefe. Vosotros sois una excepción. Vosotros no contáis para este tiempo. Sois los mensajeros de otros hombres y mis propios embajadores. Sois una de las muchas realidades de mi reino. Él os ha bendecido y yo hago lo mismo.

E__ Ahora estamos solos. Quizá desees hablar con más claridad. ¿Qué es eso de «otras realidades»?

Jesús pareció sorprendido por el abordaje.

JN__ Creí que lo habíais entendido...

 E__ Sí y no... Por ejemplo: nos dejaste perplejos al asegurar que la verdad no está al alcance de la mente humana.

El Maestro levantó el rostro hacia las estrellas y preguntó:

JN__ ¿Veis esa luz?

E__ Sí, Maestro... Es la luz del universo.

JN__ Decidme: ¿creéis que es la única luz?

J__ Bueno -expresé celoso-, eso parece...

JN__ Dices bien, Jasón. Eso parece, pero no lo es... Ésa es vuestra realidad. El problema es: ¿se trata de la única realidad?

J__ ¿Estás insinuando que hay otro tipo de luz?

JN__ No, querido «pinche», no insisto. Afirmo. En el reino de Ab-bá hay tres clases de luces: la que ahora veis, la física, la material; la luz de la mente y la genuina, la luz del espíritu.

E__ Pero, ¿ésas son físicas?

JN__ Mucho más que la de las estrellas...

 Eliseo, insatisfecho, remachó:

E__ Cuando digo «físicas» estoy diciendo «físicas»...

 Jesús sonrió. E hizo suyas las palabras de mi amigo.

JN__Cuando digo «físicas», yo también estoy diciendo «físicas»...

E__ No puede ser. Yo no veo la luz mental de mi hermano...

 Me miró y añadió malévolo:

E___ He buscado un mal ejemplo... Éste carece de inteligencia.

J__ Pues yo tampoco veo la tuya, «destrozapatos»...

 ¡Calma! -suplicó el Maestro. Y fue derecho al grano-.

JN__  Ambos tenéis razón. Esas «otras realidades», las luces del intelecto y del espíritu, no son visibles ahora, mientras permanezcáis en esta forma humana. ¿Es que no lo comprendéis? Estáis en el principio. Sois como un bebé. Ni siquiera os habéis puesto en pie...

 Entonces, señalando hacia las «cascadas», recordó a nuestros «vecinos», los damanes de las rocas. Y prosiguió:

JN__ Estamos ante el mismo caso de la mariposa. Si lograseis atrapar a una de esas criaturas, ¿cómo la convenceríais de que el mundo se extiende mucho más allá del nahal?

J__ Imposible, Señor...

JN__ Pues en verdad os digo que ése, ni más ni menos, es vuestro caso. Acabáis de nacer a la vida y lo ignoráis todo sobre las realidades que sostiene el Padre. Y os diré más: aunque por razones diferentes a las vuestras, las criaturas espirituales también consideran la materia como algo irreal.

 Supongo que percibió nuestro desconcierto. Y se apresuró a concretar:

JN__ Sé -Queridos ángeles, conforme vayáis alejándoos de este soporte material, conforme ganéis en perfección y luz espiritual, tanto más difuso aparecerá el recuerdo de esta etapa. De hecho, esas criaturas de luz atraviesan la materia física como si no existiese.

J__ Entiendo, Señor. Por eso decías que la verdad final no está a nuestro alcance... %

JN__ Por el momento, Jasón. Sólo por el momento... Poco a poco, más adelante, irás captando y comprendiendo.

E__ ¿Y seré sabio?

JN__ ...Más que ahora, sí... Pero no te confundas, mi querido «destrozapatos». Ni siquiera cuando llegues a la presencia del Jefazo estarás en posesión de la verdad absoluta.

E__ No importa, Señor. Me contento con atravesar paredes...

 No pude ni quise silenciar mis pensamientos.

J__ ¡Qué equivocados estamos! En nuestro mundo hay muchos que se consideran en posesión de esa verdad..., empezando por la ciencia.

 El Maestro asintió con la cabeza. Y fue a repetir lo expuesto la noche anterior:

JN__ Es gente confundida. ¡Ay de aquellos que intenten monopolizarla! Su fanatismo los volverá ciegos. En cuanto a la ciencia, querido Jasón, no desesperes. Algún día descubrirás que sólo es una valiosa compañera de viaje...

J__ ¿De viaje? ¿De quién?

JN__ De la fe.

 Eso tiene gracia -terció el ingeniero-. Siempre creí que la fe era ciega.

JN__ No, son los hombres los que la hacen ciega. La confianza en el Padre, en esas otras realidades que os aguardan, debe ser razonable y científica... hasta donde sea posible. La ciencia, poco a poco, controlará y comprenderá el universo en el que ahora os movéis. Y confirmará el tesoro de vuestra experiencia personal, ganada a pulso y en solitario. Y llegará el día en que la revelación, esta revelación, les dará la mano a ambas: a la fe y a la ciencia.

J__ Un momento, Señor, ¿es que fe y revelación no son la misma cosa?

JN__ No, Jasón, no son lo mismo. La fe... a mí me gusta más la palabra confianza, es un acto que depende de la voluntad. La revelación es un regalo del Padre. Y llega siempre en el instante oportuno.

J__ No lo entiendo. Siempre he escuchado y leído que la fe, perdón, la confianza, es un don de Dios...

El Maestro sonrió con benevolencia.

J__ Lo sé, Jasón, lo sé... En el futuro, muchas de mis palabras y actos serán mal interpretados y, lo que es peor, manipulados. Si fuera como dices, si la confianza en Ab-bá fuera el resultado de una gracia divina, algo fallaría en los cielos. ¿Por qué a unos sí y a otros no? Eso no es justo. Ése no es el estilo del «Barbas». Os lo repito: descubrir al Padre, confiar en Él, ponerse en sus manos y aceptar su voluntad depende únicamente, ¡únicamente!, del hombre.

J__ Pero antes, Señor, hay que caer en la cuenta...

JN__ Exacto, querido «pinche». Por eso estoy aquí.
El ingeniero musitó casi para sí: -En el fondo es fácil... Todo consiste en decir: «sí, quiero».

JN__ No... Di mejor «sí, acepto». Entonces, al despertar a la nueva, a la verdadera vida, esa confianza te hará razonable. Después, tras la muerte, tu propia experiencia te hará sabio. Por último, cuando entres en «otras realidades», cuando seas un «hombre-luz», cuando te presentes ante tu querido «Barbas», entonces, querido amigo, sentirás cómo la verdad te roza y te besa...

Entonces...

 -Sí -murmuró el Hijo del Hombre, acariciando las palabras-, sólo entonces...


Fuente: CABALLO DE TROYA

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