J.N— ¿Sabes por qué las hormigas no miran al cielo?
J— ¿Se trata de una adivinanza?
El Maestro sonrió, divertido.
J.N— No exactamente…
E insistió.
J.N— ¿Lo sabes?
Nunca lo había pensado. Sinceramente, no tenía ni idea. Y así se lo dije. Jesús replicó, rápido:
J.N— No miran al cielo porque no saben que hay cielo.
J— Comprendo…
El Galileo me miró y sonrió, burlón. Tenía razón. No comprendía. Y lo reconocí:
J— Bueno, comprendo a medias…
Jesús mantuvo la mirada y tuve que rendirme:
J— En realidad no comprendo nada.
J.N—Eso está mejor
Aceptó sin bajarse de la ironía
J.N__ mi querida nemalâ…
Me llamó hormiga (nemalâ) y fue generoso…Volvió a pasar el brazo sobre mis hombros, y añadió con dulzura:
J.N— No debes hablar de buena o de mala suerte. Tú no…
Esta vez tampoco comprendí, y lo supo…Entonces señaló el doble arco iris, y prosiguió:
J.N— Si el buen Padre es capaz de imaginar semejante belleza, ¿no crees que sabrá considerar, igualmente, o mucho más, la vida de las criaturas humanas?
J— Tienes razón. El Padre es extraordinariamente inteligente. Es capaz de eso, y de mucho más, pero sigo sin entender. La vida es m uy dura…
J.N—La vida es la vida, querido mal’ak (mensajero).
J— Háblame. Lo necesito.
J.N— Quizá no te guste…
J— No importa. Dame tu versión…
J.N— ¿Mi versión?
Volvió a sonreír, sorprendido. Asentí, sin palabras.
J.N— Está bien… Te daré « mi versión» , como dices.
Regresó al silencio. Esta vez fui yo quien se atrevió a entrar en sus pensamientos:
J— Resulta difícil, ¿verdad?
J.N— Lo es…
J— No te preocupes —le animé—. Aproxímate. Con eso será suficiente. Aproxímate a la verdad…
Agradeció el cabo e intentó «traducir» a palabras lo que, obviamente, no es fácil «traducir»
J.N__ La vida no es lo que parece…
__ Y aclaró al momento:
J.N— La vida humana, naturalmente. La vida está pensada para que parezca otra cosa…
J—Espera —le interrumpí— Me he perdido…
J.N— La vida no es sólo lo que se ve…
Traté de ayudarle.
J— Sé que existe lo que no vemos…
J.N— Ahora hablo de la vida, no de la realidad…
Y matizó:
J.N— Ésta, la vida humana, no es la realidad. Tú lo sabes. Algún día regresarás a la realidad.
J.N— La vida humana está imaginada de forma que creas que es lo único que tienes. Es otra genialidad del Padre.
Cierto —ratifiqué—.
J.N__ La mayoría de los humanos considera que la vida es lo único que tiene, lo único real…Y así debe ser. De lo contrario, la vida sólo sería una comedia.
J— ¡Ah!, ¿es que no lo es?
J.N— Lo es, mi impaciente amigo, pero no debe parecerlo…
J— Te escucho…
J.N— Vivir es una oportunidad. ¿Recuerdas? También lo hemos hablado…
Asentí con la cabeza.
J.N—… Vivir es la oportunidad de hacer y de sentir cosas que nunca más volverás a hacer o sentir…
Me miró con curiosidad. Y preguntó:
J.N— ¿Voy bien?
Sonreí, desconcertado.
J— Creo que sí, mi querido Hombre-Dios. Tú eres el Jefe…
J.N— Pues bien, escucha al Jefe: vivir es un regalo. Te lo proporcionan para que experimentes…
J— ¿Para experimentar el dolor, la ignorancia y la desesperación…?
J.N— Para vivir todo eso y muchísimo más.
J—Sigue, sigue…
J.N— Vivir es asomarse al tiempo. Sentirlo. Degustarlo. Allí de donde vienes, y a donde regresarás, no hay tiempo. Es aquí, en la vida terrenal, donde puedes experimentarlo. Después, cuando regreses a la realidad, vivirás sin tiempo. ¿No crees que es bueno que seas consciente de ello?
J— Entiendo. Para la mayoría de los seres humanos, el tiempo sólo es algo que pasa…
El Maestro prosiguió:
J.N— En cuanto al dolor, la ignorancia y la desesperación, ahora no lo entiendes, pero también son experiencias únicas. Sólo en la materia, en la imperfección, es posible la tristeza, la impotencia del enfermo y la amargura del que sufre y del que ve sufrir…» Mañana, cuando ya no estés, nada de eso será posible. El reino de Ab-bā, también lo hemos hablado, es un reino con otras ley es: la perfección invisible.
J— Experimentar… Ésa es la cuestión.
J.N— Experimentar —redondeó el Galileo— para que nadie te lo cuente…
J— Vivir para que nadie me lo cuente. ¡Genial!
J.N— Veo que empiezas a comprender…
Y le animé a continuar. Aquello empezaba a tener sentido.
—… Vivir es experimentar la limitación porque mañana serás ilimitado.
» Vivir es dudar porque, en tu estado natural, no te lo puedes permitir…
» Vivir es estar perdido, temporalmente. Después te hallarás a ti mismo, otra vez…
» Vivir es aceptar la muerte; tú que, en verdad, jamás has muerto ni volverás a morir…
» Vivir es entretenerte en lo aparentemente pequeño e insignificante. Mañana no será así. Mañana, cuando regreses a la realidad, te esperan grandes cosas…
Fue en esos momentos cuando percibí un intenso olor a tintal (tierra mojada); el perfume que este explorador asociaba a la esperanza. No resistí y lo comenté. Jesús de Nazaret entornó los ojos, inspiró profundamente, y se limitó a decir:
J.N— Hunejat!
Eso significaba el « Espíritu que desciende» … Y añadió, feliz:
J.N— El Espíritu perfuma la vida… Es su esencia… Un olor agradable… Y repitió:
eréaj nijóaj! (Un olor agradable).
J— No sé —comenté casi para mí—. Todo eso es hermoso. Tiene sentido. Lo del dolor, en cambio… Yo no quiero vivir para sufrir…
J.N—Te dije que no te gustaría…
J—¿Vivir para sufrir?
J.N— No he dicho exactamente eso. Vivir es mucho más. Sufrir es una parte del todo…
J— ¿Qué entiendes por vivir?
J.N— Me sorprendes, querido mensajero. Vivir es todo aquello que seas capaz de imaginar.
__Esperaba una respuesta más concreta. Me vio dudar. Esbozó otra pícara sonrisa, y enumeró, sin interrupción:
J.N— Vivir es despertar, regresar, llorar, soñar, ver y no ver, querer y no poder, caer, alzarse, saber e ignorar, despertar en la oscuridad, hablar sin palabras, no destacar, aborrecer, amar y dejar de amar, ser amado y dejar escapar, ver morir y saber que vas a morir, trabajar sin saber por qué ni para qué, entregarte, acariciar lo más pequeño, no esperar nada a cambio, sonreír ante la adversidad, dejar que la belleza te abrace, oír y volver a oír, contradecirse, esperar como si fuera la primera vez, enredarse en lo que no quieres, desear por encima de todo, confiar, rebelarse contra todos y contra sí mismo, dejar hacer y, sobre todo, mirar al cielo…
J— Y todo eso para que nadie te lo cuente después de la muerte…
J.N— Algo así, querido mal’ak…
J— ¿La vida no consiste en ser bueno o malo…?
El Maestro rió con ganas.
J.N— ¿Cómo se te ocurren esas cosas? La bondad y la maldad forman parte de la vida, pero no son el objetivo. Vivir, como te he dicho, es mucho, muchísim o más… El Padre lo tiene todo ordenado…
Y señaló hacia el doble arco iris.
J.N—… aunque no lo comprendamos.
Me miró intensamente y preguntó:
J.N— ¿Entiendes ahora? La vida ha sido dibujada de forma que parezca otra cosa…
Y me vino a la mente la teoría de Aristóteles. El gran sabio (trescientos años antes de Cristo) propuso la idea de que el arco iris, en contra de lo que pensaba la mayoría, no era un objeto material (en una posición definida en el cielo), sino un conjunto de direcciones luminosas…
Me rendí. El Hijo del Hombre nunca mentía. Así es porque así lo dijo. La vida es mucho más de lo que dicen y ha sido estructurada de manera que no conozcamos su verdadera intencionalidad. Es la única forma de vivirla con intensidad y sin trampas. No, no es posible hacer trampas con la vida…
J— Pero —me lamenté—, ¿por qué todo esto no es conocido?
J.N — A eso he venido: a descubrir que el cielo existe, querida nemalâ…
Lentamente, el arco secundario desapareció. Fue mágico. Fue como si la naturaleza (?) quisiera subrayar las palabras del Maestro…Sólo permaneció el arco iris primario, brillantísimo, con un lado oscuro y otro iluminado.
La vida y sus dos caras… Fue una señal… Mensaje recibido. Y el Hijo del Hombre murmuró:
J.N— ¡Levanta el corazón, querido mal’ak!… Todo está dispuesto y ordenado para el bien, aunque ahora no sepas mirar al cielo… Confía. Yo te ayudaré. Para eso estoy aquí. Tú harás llegar mis palabras a tu mundo, y mucho más: hay gente que vive sin saber que vive…
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