jueves, 16 de abril de 2015

EL VERDADERO JESÚS HUMANO

Cuando se habla de Jesús de Nazaret, inmediatamente  pensamos  en  la representación mental que tradicionalmente nos han mostrado de él, a lo largo de la historia; un carpintero con cabellos rizados, aureola grande, muy pasivo, benévolo, extremadamente místico, débil y peor aún; algunas teorías se refieren a Jesús el Cristo como un analfabeta. !Que barbarie!...; pero alguna vez se ha preguntado usted ¿cómo fue el verdadero Jesús humano, aquel hombre que  vivió la experiencia mortal de la carne? ¿El Jesús del que nunca hablan las religiones?

Jesús fue un  Gran Maestro filósofo, socialista, político y religioso; quien  fue capaz de enfrentar el poder político-religioso, de creencias y costumbres paganas que imperaba en aquella época. Su mensaje revolucionario y socialista, aunado a enseñanzas de vida, sorprendió y molestó  a los líderes gobernantes,  quienes encontraban  ofensivas e inusuales sus enseñanzas y metodologías.

A continuación  algunos aspectos de la vida de Jesús.

EL JESÚS HUMANO

Jesús vino a este mundo como viene cualquier niño humano. Nada tuvo que ver con la selección de sus padres, aunque sí eligió este mundo para llevar a cabo su séptimo y último autootorgamiento, su encarnación en la semejanza de la carne mortal; pero en todos los demás aspectos entró en el mundo de una manera natural.
Creció como cualquier otro hijo del reino y luchó con las vicisitudes de su ambiente como lo hacen todos los mortales de este mundo y de los otros mundos semejantes. Jesús de Nazaret  había vivido, y seguía viviendo en la tierra, una vida humana común y corriente. 

Tened siempre presente el doble propósito del autootorgamiento de Mikael en Urantia:

     1. Obtener la maestría de la experiencia en la carne mortal, de vivir la vida completa de una criatura humana, o sea la culminación de su soberanía en Nebadon.

     2. Revelar el Padre Universal a los moradores mortales de los mundos del tiempo y del espacio y conducir a estos moradores más eficazmente hacia una mejor comprensión del Padre Universal.


JESUS A LOS 21 AÑOS

Al llegar a los años adultos, Jesús se dispuso con todo empeño y con plena conciencia de sí mismo a la tarea de completar la experiencia y conocer a fondo la vida de la forma más baja de sus criaturas inteligentes, para así ganar final y plenamente el derecho al gobierno incondicional de este universo por él creado.

Josué ben José sabía muy bien que él era un hombre, un hombre mortal, nacido de una mujer. Así lo demostró al seleccionar como su primer título el de Hijo del Hombre.

Es literalmente cierto que el Verbo creador —el Hijo Creador— del Padre Universal «se hizo carne y habitó como hombre en el reino de Urantia».
Trabajó, se cansó, descansó y durmió. Tuvo hambre y la sació con alimentos; tuvo sed y apagó su sed con agua, Sintió en carne propia toda la gama de las emociones y los sentimientos humanos; fue «tentado en todo según vuestra semejanza», y padeció y murió.

Obtuvo conocimientos, adquirió experiencia, y los combinó en la sabiduría, tal como lo hacen otros mortales del reino. Hasta después de su bautismo no se aprovechó de ningún poder sobrenatural. Ningún medio utilizó que no fuera parte de su dote humana como hijo de José y María.

Antes del comienzo de su trabajo público, su conocimiento de los hombres y de los sucesos estaba limitado exclusivamente a su propia experiencia. Fue un verdadero hombre entre los hombres.

Es una eterna y gloriosa verdad, que «tenemos un alto gobernante que sabe conmoverse con el sentimiento de nuestros debilidades. Tenemos un Soberano que fue probado y tentado en todos los aspectos como nosotros; pero no pecó». Puesto que él mismo sufrió, fue probado y comprobado, puede comprender y ministrar plenamente a los que están confundidos y agobiados.

Es ciertamente un ejemplo para sus criaturas mortales, aun así está escrito: «Dejad que esta mente haya en vosotros que hubo también en Cristo Jesús, el cual siendo de la naturaleza de Dios, no consideraba extraño ser igual a Dios; Sin embargo, quiso darse ínfima importancia y tomando la forma de una criatura, nació a semejanza de los hombres. Así pues en semblanza de hombre supo ser humilde, se hizo obediente hasta la muerte, aun hasta la muerte de cruz».

Sobre su naturaleza humana nunca abrigó duda alguna; ésta era evidente y siempre estaba presente en su conciencia; pero sobre su naturaleza divina siempre cabían las dudas y las conjeturas, por lo menos hasta el momento de su bautismo.

La conciencia de su divinidad fue adquirida lentamente y desde el punto de vista humano, constituyó una revelación evolutiva natural. Esta revelación y comprensión de su divinidad, comenzó en Jerusalén con el primer acontecimiento sobrenatural de su existencia humana, cuando no tenía aún trece años. Esta experiencia de realización de la naturaleza divina, fue completada en el momento de su segunda experiencia sobrenatural durante su vida humana, episodio que se produjo cuando Juan lo bautizó en el Jordán, suceso éste que señaló el comienzo de su carrera pública de ministerio y enseñanza.

Entre estas dos visitas celestiales, una a los trece años y la otra durante su bautismo, no ocurrió nada sobrenatural ni sobrehumano en la vida de este Hijo Creador encarnado.

No dudó en admitir públicamente que era el Hijo de Dios. No dudó al declarar: «Yo soy Alfa y Omega, el principio y el fin, el primero y el último.»  No protestó en años posteriores, cuando se le llamaba Señor de la Gloria, Gobernante de un Universo, El Dios Señor de toda la creación.
El Santo de Israel, el Señor de todo, nuestro Señor y nuestro Dios.
Dios con nosotros, el que tiene un nombre que está por encima de todos los nombres y en todos los mundos.
La Omnipotencia de un universo. 
La Mente Universal de esta creación.
Aquel que guarda todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento, la plenitud de Aquel que llena todas las cosas.
El Verbo eterno del Dios eterno, Aquel que era antes de todas las cosas y en quien consisten todas las cosas. 
El Creador de los cielos y de la tierra.
El Sostenedor de un universo.
El Juez de la tierra entera, el Dador de vida eterna, el Verdadero Pastor, el Libertador de los mundos y el Capitán de nuestra salvación.

Jesús sólo objetó a un título: cierta vez, cuando lo llamaron Emanuel, simplemente replicó, «Yo no, él es mi hermano mayor».

Siempre estuvo humildemente sujeto a la voluntad del Padre, su conciencia de que él era Hijo de Dios crecía; sabía que fue el hacedor de los cielos y de esta misma tierra en la cual estaba viviendo su existencia humana.

Y las huestes de seres celestiales de todo el grandioso universo que lo estaban contemplando conocían asimismo que este hombre de Nazaret era su amado Soberano y su padre-Creador.


Un profundo suspenso invadió el universo de Nebadon durante esos años, todos los ojos celestiales estaban continuamente fijos en Urantia —en Palestina.

EL AÑO VEINTIDÓS (AÑO 16 d. de J.C.)

Éste fue uno de los años durante el cual los hermanos y hermanas de Jesús se enfrentaron a las pruebas y tribulaciones propias de los problemas y reajustes de la adolescencia. Jesús se mantuvo ocupado ayudándolos en su adaptación al nuevo despertar de su vida intelectual y emocional.

Jesús siguió trabajando este año en marquetería y ebanistería, pero dedicó la mayor parte de su tiempo al taller de reparaciones para las caravanas.
Como el trabajo de carpintería en Nazaret escaseaba, Jesús dejó a Santiago y a josé a cargo del taller; yéndose a Séforis para trabajar con un herrero.
Estuvo trabajando el metal durante seis meses y adquirió considerable experiencia en el yunque.

Antes de comenzar su nuevo trabajo en Séforis, nombró solemnemente a Santiago, que acababa de cumplir dieciocho años, como jefe interino de la familia.
Le prometió a su hermano su sincero apoyo y su plena cooperación e hizo que cada uno de los miembros de la familia prometiera formalmente obediencia a Santiago.

A partir de ese día Santiago asumió el control pleno de las finanzas de la familia, entregándole Jesús a su hermano su pago semanal.
Mientras Jesús trabajaba en Séforis, podía haber regresado caminando a su casa todas las noches si era necesario, pero con toda intención permaneció ausente, culpando de esto al mal tiempo u otras cosas.
Su verdadero motivo sin embargo era entrenar a Santiago y a José a hacerse cargo de las responsabilidades familiares.

Había él comenzado el proceso de separarse lentamente de su familia. Jesús volvía a Nazaret todos los sábados, y a veces durante la semana cuando lo exigía la ocasión, para ver cómo andaban las cosas, o para aconsejar o hacer sugerencias útiles.

En Séforis trabajaba con gentiles, vivía con gentiles, y se dedicó a estudiar de cerca y con sumo cuidado los hábitos de vida y la mentalidad de los gentiles.
Las normas morales de ésta, la ciudad hogareña de Herodes Antipas, eran tan laxas que estaban aun más bajos que las de Nazaret, la ciudad de las caravanas.
Por eso Jesús, después de una estadía de seis meses en Séforis, no vaciló en encontrar una excusa para regresar a Nazaret.
El grupo para el cual trabajaba estaba a punto de ser contratado en la construcción de ciertas obras públicas tanto en Séforis como en la nueva ciudad de Tiberias, y Jesús estaba renuente a cualquier tipo de tarea que estuviese bajo la supervisión de Herodes Antipas.

Volvió al taller de reparaciones, pero no volvió a asumir la dirección personal de los asuntos familiares.
Trabajaba en la tienda en asociación con Santiago y le permitía a éste, hasta donde fuera posible, seguir supervisando los asuntos del hogar.
Así preparaba Jesús el camino, mediante esta planificación tan sabia e inteligente, para su futura separación de la participación activa en los asuntos de la familia.
Cuando Santiago tuviera dos años de experiencia como jefe de familia —y dos años antes de que él (Santiago) se casase— a José se le encargó los fondos de la familia y se le confió su administración general...continúa



Fuente: LIBRO DE URANTIA