Cuando se habla de Jesús de Nazaret,
inmediatamente pensamos en la
representación mental que tradicionalmente nos han mostrado de él, a lo largo
de la historia; un carpintero con cabellos rizados, aureola grande, muy pasivo,
benévolo, extremadamente místico, débil y peor aún; algunas teorías se refieren
a Jesús el Cristo como un analfabeta. !Que barbarie!...; pero alguna vez se ha
preguntado usted ¿cómo fue el verdadero Jesús
humano, aquel hombre que vivió la
experiencia mortal de la carne? ¿El Jesús del que nunca hablan las religiones?
Jesús fue un Gran Maestro filósofo, socialista, político y
religioso; quien fue capaz de enfrentar
el poder político-religioso, de creencias y costumbres paganas que imperaba en
aquella época. Su mensaje revolucionario y socialista, aunado a enseñanzas de
vida, sorprendió y molestó a los líderes
gobernantes, quienes encontraban ofensivas e inusuales sus enseñanzas y
metodologías.
A continuación algunos aspectos de la vida
de Jesús.
EL JESÚS HUMANO
Jesús vino a este mundo como viene
cualquier niño humano. Nada tuvo que ver con la selección de sus padres, aunque
sí eligió este mundo para llevar a cabo su séptimo y último autootorgamiento,
su encarnación en la semejanza de la carne mortal; pero en todos los demás
aspectos entró en el mundo de una manera natural.
Creció como cualquier otro hijo del
reino y luchó con las vicisitudes de su ambiente como lo hacen todos los
mortales de este mundo y de los otros mundos semejantes. Jesús de Nazaret había vivido, y seguía viviendo en la tierra,
una vida humana común y corriente.
Tened siempre presente el doble
propósito del autootorgamiento de Mikael en Urantia:
1.
Obtener la maestría de la experiencia en la carne mortal, de vivir la vida
completa de una criatura humana, o sea la culminación de su soberanía en Nebadon.
2.
Revelar el Padre Universal a los moradores mortales de los mundos del tiempo y
del espacio y conducir a estos moradores más eficazmente hacia una mejor
comprensión del Padre Universal.
JESUS A LOS 21 AÑOS
Al llegar a los años adultos, Jesús
se dispuso con todo empeño y con plena conciencia de sí mismo a la tarea de
completar la experiencia y conocer a fondo la vida de la forma más baja de sus
criaturas inteligentes, para así ganar final y plenamente el derecho al
gobierno incondicional de este universo por él creado.
Josué ben José sabía muy bien
que él era un hombre, un hombre mortal, nacido de una mujer. Así lo demostró al
seleccionar como su primer título el de Hijo del Hombre.
Es literalmente cierto que el Verbo
creador —el Hijo Creador— del Padre Universal «se hizo carne y habitó como
hombre en el reino de Urantia».
Trabajó, se cansó, descansó y
durmió. Tuvo hambre y la sació con alimentos; tuvo sed y apagó su sed con agua,
Sintió en carne propia toda la gama de las emociones y los sentimientos
humanos; fue «tentado en todo según vuestra semejanza», y padeció y murió.
Obtuvo conocimientos, adquirió
experiencia, y los combinó en la sabiduría, tal como lo hacen otros mortales del
reino. Hasta después de su bautismo no se aprovechó de ningún poder
sobrenatural. Ningún medio utilizó que no fuera parte de su dote humana como
hijo de José y María.
Antes del comienzo de su trabajo
público, su conocimiento de los hombres y de los sucesos estaba limitado
exclusivamente a su propia experiencia. Fue un verdadero hombre entre los
hombres.
Es una eterna y gloriosa verdad, que
«tenemos un alto gobernante que sabe conmoverse con el sentimiento de nuestros
debilidades. Tenemos un Soberano que fue probado y tentado en todos los
aspectos como nosotros; pero no pecó». Puesto que él mismo sufrió, fue probado
y comprobado, puede comprender y ministrar plenamente a los que están
confundidos y agobiados.
Es ciertamente un ejemplo para sus
criaturas mortales, aun así está escrito: «Dejad que esta mente haya en
vosotros que hubo también en Cristo Jesús, el cual siendo de la naturaleza de
Dios, no consideraba extraño ser igual a Dios; Sin embargo, quiso darse ínfima
importancia y tomando la forma de una criatura, nació a semejanza de los
hombres. Así pues en semblanza de hombre supo ser humilde, se hizo obediente
hasta la muerte, aun hasta la muerte de cruz».
Sobre su naturaleza humana nunca
abrigó duda alguna; ésta era evidente y siempre estaba presente en su
conciencia; pero sobre su naturaleza divina siempre cabían las dudas y las
conjeturas, por lo menos hasta el momento de su bautismo.
La conciencia de su divinidad fue
adquirida lentamente y desde el punto de vista humano, constituyó una
revelación evolutiva natural. Esta revelación y comprensión de su divinidad,
comenzó en Jerusalén con el primer acontecimiento sobrenatural de su existencia
humana, cuando no tenía aún trece años. Esta experiencia de realización de la
naturaleza divina, fue completada en el momento de su segunda experiencia
sobrenatural durante su vida humana, episodio que se produjo cuando Juan lo
bautizó en el Jordán, suceso éste que señaló el comienzo de su carrera pública
de ministerio y enseñanza.
Entre estas dos visitas celestiales,
una a los trece años y la otra durante su bautismo, no ocurrió nada
sobrenatural ni sobrehumano en la vida de este Hijo Creador encarnado.
No dudó en admitir públicamente que
era el Hijo de Dios. No dudó al declarar: «Yo soy Alfa y Omega, el principio y
el fin, el primero y el último.» No protestó en años posteriores, cuando se le
llamaba Señor de la Gloria, Gobernante de un Universo, El Dios Señor de toda la
creación.
El Santo de Israel, el Señor de todo, nuestro Señor y nuestro Dios.
Dios
con nosotros, el que tiene un nombre que está por encima de todos los nombres y
en todos los mundos.
La Omnipotencia de un universo.
La Mente Universal de esta
creación.
Aquel que guarda todos los tesoros de la sabiduría y del
conocimiento, la plenitud de Aquel que llena todas las cosas.
El Verbo eterno
del Dios eterno, Aquel que era antes de todas las cosas y en quien consisten
todas las cosas.
El Creador de los cielos y de la tierra.
El Sostenedor de un
universo.
El Juez de la tierra entera, el
Dador de vida eterna, el Verdadero Pastor, el Libertador de los mundos y el
Capitán de nuestra salvación.
Jesús sólo objetó a un título: cierta vez, cuando
lo llamaron Emanuel, simplemente replicó, «Yo no, él es mi hermano mayor».
Siempre estuvo humildemente sujeto a
la voluntad del Padre, su conciencia de que él era Hijo de Dios crecía; sabía
que fue el hacedor de los cielos y de esta misma tierra en la cual estaba
viviendo su existencia humana.
Y las huestes de seres celestiales
de todo el grandioso universo que lo estaban contemplando conocían asimismo que
este hombre de Nazaret era su amado Soberano y su padre-Creador.
Un profundo suspenso invadió el
universo de Nebadon durante esos años, todos los ojos celestiales estaban
continuamente fijos en Urantia —en Palestina.
EL AÑO VEINTIDÓS (AÑO 16 d. de J.C.)
Éste fue uno de los años durante el
cual los hermanos y hermanas de Jesús se enfrentaron a las pruebas y
tribulaciones propias de los problemas y reajustes de la adolescencia. Jesús se
mantuvo ocupado ayudándolos en su adaptación al nuevo despertar de su vida
intelectual y emocional.
Jesús siguió trabajando este año en
marquetería y ebanistería, pero dedicó la mayor parte de su tiempo al taller de
reparaciones para las caravanas.
Como el trabajo de carpintería en
Nazaret escaseaba, Jesús dejó a Santiago y a josé a cargo del taller; yéndose a
Séforis para trabajar con un herrero.
Estuvo trabajando el metal durante
seis meses y adquirió considerable experiencia en el yunque.
Antes de comenzar su nuevo trabajo
en Séforis, nombró solemnemente a Santiago, que acababa de cumplir dieciocho
años, como jefe interino de la familia.
Le prometió a su hermano su sincero
apoyo y su plena cooperación e hizo que cada uno de los miembros de la familia
prometiera formalmente obediencia a Santiago.
A partir de ese día Santiago asumió
el control pleno de las finanzas de la familia, entregándole Jesús a su hermano
su pago semanal.
Mientras Jesús trabajaba en Séforis,
podía haber regresado caminando a su casa todas las noches si era necesario,
pero con toda intención permaneció ausente, culpando de esto al mal tiempo u
otras cosas.
Su verdadero motivo sin embargo era
entrenar a Santiago y a José a hacerse cargo de las responsabilidades
familiares.
Había él comenzado el proceso de
separarse lentamente de su familia. Jesús volvía a Nazaret todos los sábados, y
a veces durante la semana cuando lo exigía la ocasión, para ver cómo andaban
las cosas, o para aconsejar o hacer sugerencias útiles.
En Séforis trabajaba con gentiles,
vivía con gentiles, y se dedicó a estudiar de cerca y con sumo cuidado los
hábitos de vida y la mentalidad de los gentiles.
Las normas morales de ésta, la
ciudad hogareña de Herodes Antipas, eran tan laxas que estaban aun más bajos
que las de Nazaret, la ciudad de las caravanas.
Por eso Jesús, después de una
estadía de seis meses en Séforis, no vaciló en encontrar una excusa para
regresar a Nazaret.
El grupo para el cual trabajaba
estaba a punto de ser contratado en la construcción de ciertas obras públicas
tanto en Séforis como en la nueva ciudad de Tiberias, y Jesús estaba renuente a
cualquier tipo de tarea que estuviese bajo la supervisión de Herodes Antipas.
Volvió al taller de reparaciones,
pero no volvió a asumir la dirección personal de los asuntos familiares.
Trabajaba en la tienda en asociación
con Santiago y le permitía a éste, hasta donde fuera posible, seguir
supervisando los asuntos del hogar.
Así preparaba Jesús el camino,
mediante esta planificación tan sabia e inteligente, para su futura separación
de la participación activa en los asuntos de la familia.
Cuando Santiago tuviera dos años de
experiencia como jefe de familia —y dos años antes de que él (Santiago) se
casase— a José se le encargó los fondos de la familia y se le confió su
administración general...continúa
Fuente: LIBRO DE URANTIA